Colaboración de nuestro usuario: Carlos L. Blanco
Todo lo que sea impuesto por la fuerza, todo lo que sea quitado por la fuerza, así tenga el apoyo de las masas, así tenga el apoyo de las mayorías, genera malestar, genera conflicto, genera violencia, genera guerra, que siempre crecerá exponencialmente. El vencedor, sea capitalista, socialista, comunista, oligarca, proletario, será tragado por el vencido y con ellos la tierra, la naturaleza, la vida misma.
La violencia es mentira, forzar es igual a falsear. La primera mentira es negar esa violencia sobre la cual se funda, en pretenderse pacífico.
Todo régimen pretende representar la voluntad del Gran Número y ésta es una mentira evidente, porque para ello es preciso que el Gran Número tuviera una voluntad, y también lo que están en el poder o aspiran a él no poseyeran ningún medio de presión, de corrupción o de seducción, y ningún interés en conservar el poder.
Los que tienen el poder dicen que en su régimen hay libertad, pero su régimen se funda en el salario, una forma moderna de esclavitud. Sin hablar de la servidumbre militar y los múltiples engranajes del sistema en el que está preso todo ciudadano.
Los que tienen el poder dicen que en su régimen hay igualdad. Comparemos la condición del jefe (presidente, gobernador, empresario, general) del último obrero o del último soldado.
Quienes están en el poder y quienes desean estar allí anhelan la derrota del otro, la desaparición del otro; pero el otro nunca desaparecerá, hará siempre lo posible y lo imposible para tener la victoria. Los derrotados son un peligro latente, por lo tanto los victoriosos son también un peligro latente.
¿Cuál la mejor opción, estar del lado del vencedor, estar del lado del que desea ser vencedor, o no estar con ninguno de los dos?
La victoria de un lado y la derrota del otro surge de la violencia y genera violencia, la violencia es lo opuesto a la verdad. La verdad, por lo tanto, no está nunca del lado del victorioso ni del derrotado, ambos están errados.
Si uno de los vence y destroza al otro, se dividiría enseguida en dos. La disposición entre ambos es la razón de la existencia de cada uno, el vencedor sólo existe si hay un vencido, y viceversa. Dios no existe sin el diablo, el comunismo no existe sin el capitalismo, el protestantismo no existe sin el catolicismo. Aunque el vencedor pulverice al vencido, la violencia generará un nuevo adversario. Es el encadenamiento de la violencia.
Pero para este mundo no es posible la elección de no elegir. Quien quiera estar neutral estaría en medio del martillo y el yunque.
La no elección es la No Violencia. Es decir a la violencia: ¡No! Es un rechazo activo. La pereza, la indiferencia, la neutralidad, no son No Violencia, porque no dice ni sí ni no.
El cobarde no rehúsa la violencia, la acepta. Quien ve un crimen sin protestar es cómplice del criminal.
Todo general alardea de ser valiente, pero su tropa se compone de cobardes. Van a la batalla por temor de quienes lo obligan al combate que por valentía. En la batalla se apresuran a abatir al enemigo por temor a ser abatidos. Expuestos, huyen; sitiados se rinden.
El No Violento se niega a defenderse, se niega a retroceder, se niega a callar, se niega a que lo empujen a un lado, se niega a que lo compadezcan, a que lo olviden, a que lo perdonen…y si deja de ser valiente su No Violencia se anula.
El No Violento no desea exterminar al enemigo, sino a despertar su conciencia, a liberarlo de su ceguera y de la cadena de acciones que genera.
La No Violencia se basa en la Verdad, y esta Verdad es valedera en todas partes y para todos, incluso para el enemigo.
En la violencia es el más fuerte el que tiene razón, en la No Violencia es la verdad quien tiene la razón.
La verdad rechaza el mal hacia el mal. Si se aplica mal hacia el mal se aplica violencia y ya no se estaría en la Verdad.
La Verdad es Vida, la Vida es No Violencia.
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